REINA DE LA MONTAÑA
Mientras las exportaciones de hachís marroquí no para de batir récords, el valle de Ketama agoniza: deforestación masiva, sobreexplotación de acuíferos, corrupción política, pobreza por doquier. Hasta hace medio siglo, este glorioso escenario alpino en la cordillera del Rif, al norte de Marruecos, atraía a una bohemia europea fascinada con un destino tan cercano y exótico a la vez, con su hospitalario paisanaje y, por supuesto, con su tradición de cultivar cannabis indica, una marihuana muy resinosa también conocida en el argot local como “la reina de la montaña”*. En aquellos años aún no se conocían en estas altitudes las artes del hachís. Las plantaciones eran modestas, lo justo para abastecer las vidas sencillas de pueblos y aldeas a base de vender kif, una picadura psicoactiva y barata que se fuma en pipa por todo el Magreb. A nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido entonces la idea talar los majestuosos bosques de cedro para convertir cumbres y laderas en el solarium que son hoy en día. Pero producir las miles de toneladas de hachís que se exportan anualmente conlleva vastas plantaciones, más todo el agua posible de ríos y fuentes para regarlas durante meses con fertilizantes y pesticidas. Junto al imparable avance de esta industria a lo largo y ancho del paisaje, se expande también la miseria en la vida tradicional del valle.
*Hay quien sostiene que la cannabis indica, un cáñamo psicoactivo original de Asia, se plantaba ya en estas montañas magrebíes antes de la islamización. Cuando en los años cincuenta del pasado siglo se independiza Marruecos, la flamante monarquía prohibió el cultivo en el país, pero otorgó a un puñado de kabilas, o tribus, de la región de Ketama una licencia especial para mantener las plantaciones a cambio de paz. Las artes del hachís, una pasta resinosa mucho más rentable que la tradicional picadura de kif, fueron introducidas en la zona en los años sesenta por viajeros occidentales que las habían aprendido en Líbano o Katmandú. Para producir un kilo de hachís se precisan unos ochenta de planta. Marruecos exporta actualmente unas 50.000 toneladas de hachís al año.