EL CULTO A LA VIDA

Lo primero que llama la atención en el humilde templo Filadelfia de Los Almendros, una barriada gitana de Almería capital, es que se está quedando pequeño. Sorprende animismo, tratándose de una iglesia ceistiana,  la ausencia de imaginería religiosa. A falta de cruces y demás, las paredes aparecen decoradas con citas bíblicas y otras referencias a la supuesta palabra divina. Un coro femenino arranca con una loa al Espíritu Santo a ritmo de rumba flamenca, arropado por un vigoroso conjunto de guitarras y percusión que da paso finalmente al pastor, Biblia en mano en el estrado. A lo largo de una hora, su enardecida palabra guía a los presentes por fases de profundo recogimiento o de exaltación mística, cargando la estancia con un aire emotivo y renovador.

Llegados a un punto, la congregación se dispone a despedir a un joven matrimonio que parte esa misma tarde hacia el norte en busca de trabajo. Con la orquesta y el coro en su apogeo, el pastor posa sus manos sobre la pareja, iniciando así una ronda de bendiciones que atrae hacia el estrado a prácticamente toda la concurrencia, visiblemente emocionada al sentir el tacto de su intermediario con Dios. Otro pastor más joven permanece alerta por si hubiera que sujetar a algún fiel que se desplome debido a un arrebato extático, algo bastante común en este caso. A medida que el templo se va quedando vacío, Juan Aracil, el pastor titular, descifra lo acontecido como ‘la dicha de la abatida etnia gitana por poder sentirse a sí misma con plenitud’. 

Aun siendo todavía una práctica minoritaria, el pentecostalismo Filadelfia está en alza. Una causa clave es su postura tolerancia-cero ante la droga y la delincuencia, némesis de la modernidad romaní. De hecho, es común que muchos predicadores enarbolen sus turbios pasados como piedra de toque de sus homilías y de su trabajo comunitario. Pero a lo largo de este tenebroso pasaje que tantas familias ha echado a perder, las sufridas amas de casa han peleado contra viento y marea por criar una generación sana, cuya preservación a toda costa las convierte en uno de los pilares de este proyecto religioso. Según el pastor Aracil, la ‘obra’ social del Culto, como se conoce popularmente esta fe, se centra en ‘el comportamiento y las buenas formas’: “enseñamos a nuestros jóvenes a tomarse muy en serio la educación civil”.

Pero la iglesia Filadelfia se faja además en otro frente, abierto en el mismo corazón del ‘ser gitano’. Valores genuinamente evangelistas como la no violencia, la revisión del status de la mujer o el rechazo a ‘todo vale’ para ganarse la vida se antojan en cierta tensión con la autoridad tradicional del ‘patriarca de vara’. Antonio Santiago, otro pastor almeriense, experto en mediación intergrupal, matiza esta delicada cuestión definiendo su iglesia como ‘un proceso de enriquecimiento cultural, crítico con las costumbres’. Según él, la verdadera lacra de su gente sigue siendo la ignorancia y las actitudes contraproducentes que esta conlleva: “en último término, nuestra misión es ayudar a forjar un patriarcado con buen criterio”. ©flc54

La Iglesia Evangelista Filadelfia es una rama del protestantismo que debe su nombre a una de las Siete Iglesias de Cristo citadas en el Apocalipsis (Filadelfia es el antiguo nombre de Alsehir, la ciudad al oeste de Turquía, cerca de Esmirna). Este movimiento religioso se inició a mediados del siglo XX en la comunidad romaní de Francia y cruzó los Pirineos casi dos décadas más tarde. Hoy en día es la religión con más presencia gitana en España. 

 

 

 

 

 

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